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Variedad y gusto. Primer encuentro Rock iberoamericano.

Sentimiento Muerto, de Venezuela; El último de la Fila, y Charly García, de Argentina. Palacio de los Deportes de la Comunidad de Madrid. Madrid, 29 de noviembre 1986

Los cinco músicos más jóvenes de este certamen, los venezolanos de Sentimiento Muerto, con 19 años de edad media, sorprendieron por su instinto de fusión músical y su comportamiento ingenuo y alegre en escena. Han crecido en la etapa posterior al punk, con influencias del rock siniestro de The Cure y otras bandas anglosajonas, y, sin dormirse en prejuicios, se han alimentado de cuantos ritmos suenan en su entorno, de voces de Rubén Blades o de Willie Colom, por ejemplo.En directo, felices y asombrados por tanto medio técnico y sonoro a su alcance, mostraron el espíritu de los que empiezan, osado y temeroso a la vez. Fueron psicodélicos y alocados, con declamaciones, representaciones de sus temas, siempre muy narrativos y expositivos, caso de El sistema. Su ánimo salsero, muy divertido, surgió repentinamente con coros como la frase Hay que trabajar. Sentimiento Muerto denominan a su síntesis musical con el término rico, un ejemplo de su empeño digno y esperanzador: no parecerse a nadie, aunque ellos sigan a bandas como Kortatu, o La Polla Récord.

El rock flamenquero y disparado de El Último de la Fila volvió a triunfar en Madrid. La banda salió después de unas imágenes de artistas españoles, y confirmó su estilo de raíces. Manolo García se retorció en ademanes toreros, acompañado de dos bailaoras que palmeaban y zapateaban en clave de rock and roll, y se destapó con una de nuestras voces más poderosas. Y Quini Portet se desahogó mediante solos frenéticos de guitarra. Ambos logran recoger las actitudes más actuales del sonido-suspense y las expulsan con mayor viveza en sus conciertos. En Aviones plateados exhibieron -solo de tacones incluido- una fuerza asombrosa, que derivó en el júbilo de los asistentes, identificados con el más popular de sus bailes. Después, Soy un accidente y Querida Milagros -embellecido este último con un solo de guitarra acústica de Marc Grau- alcanzaron el momento más emotivo del recital del grupo catalán. Manolo, siempre sudoroso y sonriente, recordó a Los Rápidos y a Miguel Ríos: «De pequeño vi actuar a Miguel y me dije ‘yo seré como tú».

Aparecieron Charly García y su banda de músicos prodigiosos al ritmo de Nos siguen pegando abajo, un tema propio que usó para identificarse. Terminó la canción y lanzó en vuelo peligroso su guitarra a un auxiliar. El argentino se quejó una y otra vez a la mesa de mezclas por la falta de volumen en su micrófono, pero su concierto sonó como ningún otro en el Palacio de los Deportes. Él, un músico más cercano a las posibilidades de los teclados que de la guitarra, no olvida combinar los dos instrumentos. Promesas sobre el bidé, una balada cálida de tiempo medio se siguió de Ancate ese defecto, una composición espectacular que repasa varios estilos, como el rhythm and blues o la rumba. García acude también a los ritmos africanos, y los transforma en eléctricos, como los neoyorquinos Talking Heads. Se acompaña de un saxofonista de fuertes agudos y de Pedro Aznar, un músico versátil que ya había actuado aquí como percusionista y bajista de Pat Metheny. Este instrumentista combinó bajo y teclados y llegó a cantar a dúo junto a Charly el éxito Yo no quiero volverme loco, ante la entrega de los compatriotas que llenaron las primeras filas.

Fuente: El País – SANTIAGO ALCANDA