Manolo García: «Pintar es hablar con los dioses» (Tendencias del Mercado del Arte – 12/2015)

Entrevista a Manolo García en la revista Tendencias del Mercado del Arte de Diciembre de 2015 #ManoloGarcía‬ ‪#TendenciasDelMercadoDelArte‬

«Pintar es hablar con los dioses»

Quería ser feliz, tocar la guitarra, cantar, pintar y poder volar de este mundo: así es la vida de Manolo García, cantante y pintor, que expone en la Sala Parés las pinturas que ha realizado por encargo dels Amics del Liceu de Barcelona para ilustrar el libro de la próxima temporada de ópera del Gran Teatro del Liceo.

Lo que ha visto la Sala Parés con tantos artistas que han pasado por sus salas en su dilatada historia. Es la galería más antigua de España y es que en Barcelona en el siglo XX hubo un movimiento cultural tan grande…

Las galerías de arte me gustan porque son sitios para soñar y para decirte a ti mismo que la vida tiene sentido… a veces, a través del pincel, de los colores, de los amigos –y de los desconocidos, que al final son un poco amigos– que vienen a ver la exposición y a través de ella conectan con el artista y con el mundo. El arte es un sueño, un viaje para reflexionar sobre por qué estamos aquí… Colores, líneas, dibujos esquemáticos, pictogramas, huellas en las piedras del desierto, cuevas de Altamira… son expresión de gentes que tenían que hablar con los dioses… Para mí, la fuente principal de vida física y espiritual es la naturaleza, que hemos estropeado a gran velocidad y este es un dolor que llevo dentro, un dolor por nuestra sociedad con las basuras, los plásticos, el consumo excesivo… ¡no hace falta tanto! El planeta es finito y nosotros jugamos a que es infinito y jugamos a que viviremos siempre, no queremos ser conscientes de nuestra caducidad. Por eso, pintar es como flotar, dejar lo prosaico de la vida, lo más terrenal, lo más cotidiano en el peor de los sentidos y, por decirlo de alguna manera, hablar con los dioses –o con tus dioses– y comprobar que está muy bien estar aquí, aunque a veces se pueden tener momentos de dudas porque nos acosan mucho en lo social, en lo político… se pasan mucho, nos tratan de tontos, sólo hay que ver la actitud de los gobernantes actuales en la cultura, que es de absoluto desprecio… pero hay una trinchera y el artista pasa por encima del 21% de IVA, de la cultura institucional… el artista crea porque es su vida, su fuente de vida anímica.

Recuerdo cuando yo tenía 17 años, yo era de un barrio, todavía no había acabado el bachillerato, venía de familia humilde y llevaba tres años trabajando en talleres y pensaba que tenía que estudiar arte; como soy de Barcelona, me fui a la Escuela Massana a hacer la prueba de acceso y me tumbaron, yo ya dibujaba y pintaba y me sentí muy decepcionado; claro, si había 700 solicitudes para 250 entradas tenían que cargarse a 450; entonces me fui a la Llotja de la calle Avinyó, que no había prueba de acceso y entré en la Llotja porque pensaba que, fuera como fuera, yo iba a pintar siempre. Ahora mismo llevo dos meses “peleándome” con dos cuadros que no acaban de ser como yo quiero que sean y los borro con acrílico blanco y vuelvo a pintar encima; creo que cada vez voy mejorando, ya sé que podría echarlos a la basura y empezar cuadros nuevos, ser feliz y divertirme; algún maestro que he tenido me ha dicho: ‘hagas lo que hagas, sé feliz… y lo que no te guste no lo hagas’, pero creo que a veces hay que pelear y si algo no sale hay que enfrentarse a ello y no hay que cejar; ahora estoy con esos dos cuadros que he borrado uno tres veces y el otro dos; he dejado fragmentos que me gustaban, pero otras cosas las he eliminado y en eso estoy… si algún día se hiciera una radiografía dirían “pobre hombre”…

¡Cuánto arrepentimiento!, ¿no?

Sí, ¡cuánto arrepentimiento! [dice sonriendo]. Yo tengo que pintar para encontrar el sentido de la vida; porque la vida tiene sentido y lo encontraron Diógenes, Sócrates, los estoicos… yo a veces soy estoico, pero no siempre puedo serlo y cuando no puedo pinto o hago canciones porque encuentro un hilo de conducción que me permite llegar a la gente y la gente me dejará estar con ella y no estaré solo, porque necesito amigos. La pintura permite llegar a esa gente que es capaz de ponerse ante un cuadro –para hacerlo o para disfrutarlo– y quien tiene predisposición a soñar ante un cuadro tiene muy buen trecho recorrido; no me refiero a quienes se interesan por un cuadro por ostentación social o para inversión, hablo de la persona que quizás no lo compra pero se siente feliz viéndolo. Los cuadros me ayudan a intentar aprender de la vida y a ser mejor; a veces, la urbe, el extrarradio, el lugar donde acudo, la sensación plomiza de la vida en una ciudad me niegan la luz y los colores, y la pintura me hace volver a la selva amazónica –en la que nunca he estado, aunque he estado cerca– a los desiertos, a las llanuras… eso es la pintura: calentar el alma y darle vida.

El arte es una tabla de salvamento, una alfombra mágica voladora para el goce de la vida. En todos los tiempos los sentimientos humanos han sido siempre los mismos, había enfermedades y guerras, claro, como siempre, pero tenían una cosa mejor que nosotros: la naturaleza era más limpia, la comida, el aire, el agua, todo era orgánico. Entonces había alfombras, esteras y capazos de esparto, no había plástico… Hace cinco minutos el mundo era natural y ahora el gran valor es la comida ecológica y ser vegetariano… Ahora lo natural y comer sano son como un logro. Por todo eso pinto porque ya de muy jovencito, fui muy consciente de que el mundo era un lugar maravilloso pero a la vez muy complicado y que los tiempos que se avecinaban iban a ser duros; evidentemente, por joven que fueras – yo tenía unos 13 años– si te informabas un poco sobre la revolución industrial te dabas cuenta de que algo iba a estar descontrolado y ahora, que se le ha sumado la revolución tecnológica, ya está todo descontroladísimo… por eso pinto, para sentir que hay esperanza, que se puede parar este sinsentido.

¿Cree usted que se puede parar?

Se debe poder parar [afirma sonriendo], se debe parar y quiero pensar que sí… si no lo pensáramos, enloqueceríamos. Por eso pinto.

Todos los cuadros de la exposición están dedicados a la ópera. ¿Podría hablar de este proyecto?

Desde Amics del Liceu me propusieron ilustrar el libro de la temporada 2015-2016; les dije que yo no tengo un nombre en el mundo del arte, he hecho unas cuantas exposiciones, he vendido unos cuantos cuadros, tengo una gran pasión por la pintura y mi gran logro fue la exposición en La Taché Gallery, me va llamando alguna galería… No soy amante de la ópera –quizás a partir de ahora pueda iniciarme y pueda cambiar–, pero hasta ahora soy amante de la música popular y del rock and roll. Y esto ha sido un reto para mí. Son 35 obras y mis técnicas son variadas porque me gusta experimentar con los procedimientos; pinto en mi estudio, en Barcelona, pero me gustaría ser plein air y pronto quiero empezar a hacerlo. Lo fui cuando era jovencito pero lo dejé porque me daba vergüenza estar en un parque pintando y que la gente me mirase, pero como ahora ya no me da vergüenza casi nada volveré a pintar al aire libre. Con estas pinturas de la ópera me lo he pasado muy bien, han sido unos meses muy activos porque, durante la semana, he estado componiendo canciones y grabando discos en el estudio de grabación, y el fin de semana pintando. Soy muy meticuloso trabajando pero también rápido, la evaluación final es que ha merecido la pena y me lo he pasado bien.

Hace un tiempo me dijo que no vende sus cuadros, ¿cómo se corresponde esta voluntad suya con exponer en una galería comercial?

Mi porcentaje de la venta siempre se destina a una organización, en este caso, FEFOC, una fundación privada contra el cáncer del profesor Estapé de Barcelona, para ayudas a familias sin recursos que necesitan asistencia psicológica y no sólo para los pacientes sino también para los familiares. Todo lo que yo pueda recaudar con mis cuadros va para ellos. En otras ocasiones he trabajado con otras fundaciones y nunca voy a vender un cuadro para obtener un lucro personal, jamás. Y hago una afirmación rotunda porque lo tengo clarísimo; durante mucho tiempo no vendí y luego pensé que si se obtiene un rendimiento económico de estos cuadros y se destina a una buena causa me parece correcto. No puedo acumular tantos cuadros y también está bien que la gente los tenga y si pagan un dinero por ellos irá a buenas manos, a personas que hacen una labor social y en las cuales confío. Vendo únicamente con esta condición, ya tengo un oficio y no tengo necesidad de más; ya tengo suficiente pago con la posibilidad de estar delante de un cuadro y dibujar, pintar y desarrollar una idea, eso es un regalo.

Díganos una personalidad que le haya dejado huella.

El profesor Estapé de la Fundación FEFOC para ayuda oncológica es una persona a la que me ha encantado conocer. Otra persona que me marcó fue un profesor de la Escuela de Artes y Oficios Llotja de la calle Avinyó, se llamaba Pedraza, le perdí la pista hace muchos años, yo era muy joven, era castellano, escultor, y nos daba dibujo, tenía un discurso muy bonito, era un apasionado del arte y recuerdo que muchas veces bajábamos desde la calle Avinyó por la calle Ferran a buscar el metro, íbamos caminando y me hablaba de arte y me contaba anécdotas, era muy culto; daba sus clases con vehemencia y cariño y era muy atento con todos los alumnos. A veces pienso en él, nos enseñó muchas cosas.

¿Qué famosa obra de arte se llevaría a su casa?

[Sonríe] Bueno, creo que sería privar a los demás del disfrute y sería un acto un poco egoísta; yo me llevo a mi casa obras sencillitas, casuales, anónimas, personas que están empezando a pintar… tengo un cuadro de un chiquito que estaba saliendo del mundo de la droga y descubrí que hacía unos cuadros muy simpáticos para intentar tener una independencia económica y llevar otra vida, que al final consiguió; me dijo que llevaba un año pintando garabatos y los vendía. Si me pongo egoísta me llevaría algún clásico, algún cuadro luminoso norteafricano de Fortuny o Delacroix o alguna de estas marinas tan vitales de Sorolla… su pincelada lo tenía todo: el dibujo, la perspectiva, la luz. Sorolla me ha gustado siempre mucho por su inmediatez. También me llevaría Hockney, que es de los pintores que más me gustan del mundo, aunque lo digital me gusta menos, sus cuadros son de factura rápida ¡pero qué resultado tan feliz! Pero los cuadros los tendría unos días y los devolvería.

¿Qué obra icónica le hubiera gustado crear?

¡Hay tantas! La Vicaría, por el dominio absoluto… ¡pero cómo hizo eso Fortuny! Este pintor es de otro planeta… igual que Velázquez, es como si los dos hubieran estado tocados por los dioses. Yo he estado mucho tiempo delante de La Vicaría; cuando el Museo de Arte Moderno de Barcelona [que hoy forma parte del MNAC] estaba en el parque de La Ciutadella, en el edificio que hoy es el Parlament de Catalunya; a veces no iba al colegio y me iba al museo con la bici, pero yo no hacía novillos para ir a jugar a los billares, sino que me pasaba la mañana en el museo delante de La Batalla de Tetuán y de La Vicaría; los bedeles del Museo me decían que iban a darme la medalla al asistente más asiduo y más fiel. Hay otro paisajista alemán del siglo XIX, Albert Bierstadt, que vivió en América y pintó el parque nacional de Yellowstone y que me ha entusiasmado siempre desde que lo descubrí en Nueva York, hay algunos cuadros suyos en el Thyssen, son unos paisajes que me entusiasman y más aún viéndolos de cerca.

Un creador que le haga soñar o por el que sienta una afinidad especial.

Fortuny es de los artistas que más me han hecho vivir la pintura; hay otro pintor, Frederic Remington, que pintaba escenas del viejo Oeste y pintaba acción, la caballería americana en lucha contra los indios americanos, le tengo un cariño especial por ese mundo de frontera y también tenía un toque, un don natural, pero no es un pintor de batallas, es un pintor de vida y de emoción; pintó mucho y murió a los 48 años, dejó miles de dibujos, bocetos, óleos, cabalgó con la caballería americana largas marchas y era como cronista, escribía e ilustraba. Con la misma temática, Charles Russell también me gusta, pintando el lejano Oeste con el peligroso mundo de frontera.

Un descubrimiento excitante

El Gaudí que descubre en los bocetos de la Sagrada Familia la conexión con los elementos de la naturaleza y su fórmula magistral aliándose con la propuesta natural. Me ha gustado mucho descubrir ese Gaudí amante de la naturaleza buscando formas; llevaba una vida muy austera y me impresiona su forma tremenda y lamentable de morir atropellado por un tranvía cuando debía ir ensimismado con sus cálculos… él no estaba en este mundo… El artista, generalmente, no está en este mundo, está lo justo, lo necesario para seguir viviendo.

¿Qué creador reivindicaría que el gran público aún debe descubrir?

Muchísimos… De Chirico, quizás, creo que es de los surrealistas que más me ha chocado. Y en mis etapas de dudas, cuando pienso por qué sigo pintando me he refugiado en Chagall porque siempre he cometido el error de fijar mis parámetros con el arte figurativo, pero últimamente estoy cambiando. Creo que quien tiene capacidad para expresar emoción es pintor, es un artista.

¿Qué maestro del pasado le hubiera gustado conocer, y qué le preguntaría?

Toulouse-Lautrec, le preguntaría a dónde le llevaba todo ese mundo de París, toda esa bohemia de la noche parisina; le diría, ‘oye ¿aportaba todo esto algo a tu obra o lo que hacía era quitarte tiempo para pintar?’ Me gustaría irme a los mares del Sur con Gauguin y preguntarle si realmente eran libres, porque entonces eran colonias francesas y había un funcionariado del sistema intentando dominar a los isleños, también le preguntaría ‘¿eras tan libre como se ve en los cuadros o jugabas a eso?’; seguro que me diría que un poco sí que se sentían libres, la misma naturaleza ya lo daba y debió pasar buenos momentos.

Un museo o lugar que le inspire deforma particular

Mi museo preferido de toda la vida siempre será el Museo de Arte Moderno de Barcelona, el que estaba en el parque de la Ciutadella, porque me sé todos los pasillos, las salas…

Fuente: Tendecias del Mercado del Arte – M.P. Foto: Rubén Martín – ENLACE