Manolo García, Sevilla 28/5/2016. Crónica del concierto.

Sevilla – 28/5/2016 – Jose Ángel Lucena

Amaneció clemente el día, dando la tregua necesaria para que la dureza del sol del sur fuera soportable.

Las inmediaciones del auditorio fueron sembrándose de ilusión y canciones desde muy temprano. El día llegaba cargado de ilusión.

Suavemente, algo más allá de las 9:30, los últimos destellos anaranjados se filtraron dulces entre las hojas de los árboles de la avenida de los descubrimientos, nombre a todas luces premonitorio.

Ver una masa de esas proporciones congregada bajo la consigna de Todo es Ahora, es algo que deja sin aliento.

Un ronroneo de guitarras entre focos y siluetas despertó la inquietud que dio paso a la euforia. El perfil de Manolo, estático canalizando la energía creciente del recinto. Manos en paralelo al cuerpo, cabeza erguida. En un bosque vegetal, que alerta, esperaba la señal y el despertar magnético y luminoso; la primera fase detonó las ganas de disfrutar. De nuevo la Estación García,  esplendida y audaz,  desplegaba sus ansias de vida.

Tema a tema fueron cayendo los pétalos de luz que un día Manolo extrajo del secreto de sus bolsillos. Una cuidada selección entre los que destacan la dulzura de Un Alma de Papel o ese tremendo Caminaré, consigna vitalista donde las haya “Porque se me escora en la espera…”. Campanas de Libertad floreció rotunda con todo el potencial de las mágicas guitarras y subyugada por una perfecta percusión.

Un pequeño descenso nos llevaría a la segunda parte. Tiempos medidos, escenografía perfecta, iluminación deslumbrante. De nuevo respetuosa y armónica En el Batir de Los Mares con sus dulces requiebros inició la marcha del concierto. Zapatero convirtió en estatuas de sal a más de uno ante tanta belleza. No estés triste como contrapunto a la nostalgia e himno imborrable.

El auditorio Rocio Jurado abrazado por dos lenguas de rio, en su sueño de isla, congrego La Cádiz fenicia, la Sevilla mora y esa Córdoba con su mezquita, al ritmo tropical de Para que no se duerman mis sentidos hablando la lengua de los poetas andaluces.

Ya no hay canciones menores. Ya no hay pensamientos, ni cuerpos que nos retengan. Vendrán Días abrió un estanque en el que sumergir el alma y Rosa de Alejandría, la emoción de encontrar refugio.

Siempre, en cada concierto, me gusta mirar alrededor, abstraerme del espectáculo y comprobar que la comunión es perfecta. La conexión con el artista y la complicidad que un público ajeno al tiempo, desprovisto de preocupaciones, desnudo de problemas, bebe a tragos la felicidad.

Y después Levedad desató la locura, la valentía de un compositor que es capaz de escribir a algo tan patente y duro como la levedad, la Insoportable Levedad del Ser. Como Una danza tribal e hipnótica porque somos levedad, sólo levedad.

La noche se estremeció y con emoción y resignación afrontamos el último tramo del concierto.

Llanto de Pasión hizo florecer gargantas que rompieron su silencio para volver a ser. Insurrección, eterno canto al inconformismo, desató la euforia.

De los márgenes del río fueron emergiendo 33 estrellas refulgentes entre la ferocidad y la fronda.

El inevitable final llegó con las dos bandas abrazadas en un apoteósico a San Fernando. Armonías multiplicadas hasta el infinito. Magia desbordada y alegría flotando sobre nuestras cabezas como una legión de farolillos chinos que se elevan al cielo. Almas que destellan, mecidas por la melodía de las palabras al lento ritmo de los sueños.

Como dice el maestro Sabina “Me he dejado el corazón en Sevilla” y creo que no fui el único.

J.A. Lucena