Manolo García y las resacas emocionales

Del concierto de Manolo García da pena hasta hacer una crónica. Cuando algo es tan intenso, tan perfecto en su redundante euforia, cualquier cosa que lo toque, cualquier intento de describirlo, es torpe, vano, inútil.

Hay cosas que provocan resaca mental, o resaca emocional. Imagino que esta teoría mía se basa en cierto modo en esa idea de Paul Watzlawick de que nada puede ser peor que un par de días buenos seguidos. Tras ellos, cualquier día corriente o anodino te parecerá una bajada al pozo del desánimo.

Este concierto ha sido como una semana buena, como todo un mes maravilloso, y el día siguiente, extinguida la euforia residual, no puede estar a la altura emocional de lo vivido.

La cotidianidad de nuestras vidas, con todas sus sombras, con un país sin gobierno, con las decepciones sociales y personales, con paro, con desánimo, con una campaña que se presenta dantesca, con resbalones sentimentales, con un escándalo de corrupción cada media hora, es ese estado de equilibrio diario, pero que tras tres horas de concierto que casi fueron cuatro, es más complicado de soportar en la casi natural depresión de un domingo por la tarde.

Si tras un concierto como ese, ves el nuevo anuncio de campaña de Ciudadanos, te entran ganas de cortarte las venas con lo que tengas más a mano, aunque sean unas tijeras de punta redonda. Las resacas emocionales son así, sus estragos superan los del alcohol; las conexiones neuronales echan chispas multicolores en momentos así.

Manolo García es la rebelión personificada, la disidencia artística de un mundo que quiere ahogarnos en mediocre desesperación. Por eso se baja del escenario, canta entre la gente, se sube a la barra, se lanza y se deja portar cual Cristo yacente, so riesgo de volver al escenario medio desnudo.

Impresiona la aplastante juventud de un hombre nacido en Agosto de 1955, sobre todo, si como yo, sostienes la teoría de que aún podríamos estar cantando y bailando en el Auditorio Rocío Jurado si por él fuera…  En realidad su equipo se lo llevó del escenario porque querrían dormir, pero la cosa no tenía porqué haber acabado aún.

De sus letras, nada nuevo se puede decir. El mundo es un poco menos desagradable cuando te paras a mirarlo con sus ojos, sus palabras regaladas…

Y es todo ese compendio de cosas el que crea una huella en el alma que ya no se va, que ya te hace extrañar para siempre esas horas. Pero como dijo el propio artista, la magia de esto, el impresionante y genial secreto, es que ese rato ya nadie nos lo podrá quitar, nunca…

Fuente: Sevilla Actualidad – Mercedes Serrato – ENLACE