Manolo García, el tigre no descansa

El artista presenta su último disco, «Geometría del rayo», y arranca una gira española con prácticamente todas las entradas ya vendidas.

Manolo García está en una segunda juventud, aunque si le preguntas a él, te dirá que nunca abandonó la primera. Acaba de editar su último disco, «Geometría del rayo», séptimo en solitario tras su ya legendario paso por El Último de la fila, y su entusiasmo es tan contagioso que dan ganas de levantarte y aplaudir solo con oírle hablar. «Desde jovencito tenía una idea muy clara, ser músico, y nada ha cambiado. Sigo igual, incluso ahora soy más feliz tanto con las giras como con los discos. Éste es un oficio maravilloso y que siempre llevo encima. Soy un silbador profesional. Si me ves por la calle verás que soy un virtuoso del silbido», repite.

Su nuevo disco, grabado entre Nueva York y Gerona, reúne 16 canciones que presentan a un García en estado de gracia, poético, arrollador, emocional y sobre todo luminoso, como si escuchásemos a un venerable yogui, sabio como un anciano pero con el corazón de un niño. «Necesito que cada disco sea diferente y ofrezca a los demás cosas diferentes. La música es un mensaje de ida y vuelta y necesitas que lo que te devuelve el público también sea nuevo. Es como una historia de amor», señala el cantante y compositor.

El ex Último de la fila ha contado con un gran grupo de músicos para lograr el disco que buscaba, entre los que se encuentran sus admirados Toti Soler o Carles Benavent, entre otros. «Quería tener músicos que siempre he admirado. Yo sigo siendo aquel niño de los 70 que alucinaba con Rory Gallagher o Billy Joel y tenía unas enormes ganas de aprender. Todavía conservo esas ganas», señala García.

Aquel niño quedó hipnotizado por el rock desde muy pequeñito. Desde la psicodelia de la escena laitena barcelonesa a los discos oscuros de King Crimson o los contorneos cabareteros y salvajes de Freddy Mercury en directo, García encontró el secreto de la eterna juventud. Dicen que los viejos rockeros nunca mueren, pero eso es falso, lo que ocurre es que no existen los viejos rockeros, eso es un oxímoron. «Es como ser un forofo del fútbol. Por muchos años que tengas, no lo vas a dejar de ser. A mí me ocurre con la música y sigo escuchando y comprando discos como el primer día», afirma.

De familia humilde,cuando entró su primer tocadiscos en casa se le abrió un mundo de colores tan brillantes y atractivos que parecía magia. Tenía quince años, un adolescente ansioso con la sensación de tener mucho tiempo perdido que recuperar. «Me convertí en un tigre, un tigre, en busca de lo que quería, pero he de decir que ahora, tantos años después, puedo asegurar que lo que me gusta, me gusta más que antes», señala el cantante.

Valor del disco

Los tiempos han cambiado, claro, no estamos en los 70, sino en una época en que la música de todos los tiempos está al alcance de un click. Esto hace que tanta accesibilidad haya quitado cierto valor al disco y parece que la música ya no es tan importante para la gente, o que no involucra tanto o define a las nuevas generaciones. «Claro que se ha perdido esa urgencia de ir a buscar el nuevo álbum, no sé, de Dire Straits, por ejemplo, y comprarlo rezando para que fuese bueno, porque sino eso significaba que no podías comprar otro. Pero no soy nostálgico, cada época tiene sus formas, y estoy seguro de que hay jóvenes apasionados de la música como lo éramos y seguimos siendo nosotros».

Fuente: La Razón – Carlos Sala – ENLACE