En el taller de tornería… por José Lucena

Este post no recoge los hechos tal y como ocurrieron, es sólo una pequeña recreación literaria del momento que me hubiera gustado vivir en primera persona si me dieran a elegir en la historia del Último de la Fila. Los primeros e intensos momentos en ese taller de tornería que a base de esfuerzo y creatividad alumbró Enemigos de los ajeno:

La oxidada puerta de metal emitió un chirrido agudo y desagradable dejando a la vista un rectángulo lleno de máquinas abandonadas y herrumbre. Los mugrientos cristales laterales apenas dejaban pasar la luz. La sombra alargada y curiosa, de Quimi y Manolo, se adentró presurosa antes de que pudieran dar el primer paso al interior.
– Esto tiene un curro bestial para adecentarlo.- Dijo Quimi con una sonrisa de oreja a oreja.
– Tío yo ya lo veo limpio. Esto será nuestro taller artesanal día y noche. A la derecha un garaje y a la izquierda una nave de tornería en funcionamiento, a ver quién hace más ruido. Jajaja.- Manolo no había perdido su destreza a la batería y de inmediato cruzaba los brazos y simulaba un redoble terminado en platillo.
El padre de Manolo había conseguido aquella nave por un precio irrisorio gracias a sus contactos en el barrio. Una tornería abandonada que sólo servía para acumular polvo pero que sería el lugar perfecto para trabajar sin descanso hasta que un puñado de canciones, aún sin nombre, cambiase el curso de la historia musical de nuestro país.
– ¿Qué tal chicos, como va todo? ¿Hace falta que os eche una mano?- Manuel era un hombre generoso, curtido a sol y arado, presto a poner sus manos al servicio de todo aquello que considerase que merecía la pena. Venía de los campos de Férez, acostumbrado al trabajo, muchas veces desagradecido, del campo. Ahora al mirar a su excitado hijo, resonaban las palabras de su padre, recordaba su sentido del pan y la tierra como lo único que podía orientar la vida del hombre y aquella charla llena de comprensión antes de partir hacia Barcelona. – Padre la tierra es dura y una veces da y otras no, en la capital haré oficio, tendré lo necesario para sacar a la familia adelante y no tendré que estar mirando el cielo a la espera de lluvias. Es el futuro.- Su padre asintiendo, poco convencido, pensando en salir a la huerta y cuidar de los animales pero con la férrea convicción de que la libertad y las decisiones personales han de ser respetadas. – Manuel, ¿Cuándo sales?. Espera tengo 100 pesetas que te ayudaran en esta aventura, si va mal sabes que la tierra y las bestias no te fallarán nunca y que aquí están tus raíces.

– ¡Papá esto es la leche!, un escobazo por allí otro por allá y ya estamos zumbando.- Manolo inquieto no dejaba de bailar de un pie a otro y Quimi asentía ubicando mentalmente todo lo que necesitaban.
– Allí el catre, el descanso del cuerpo es tan necesario como el del espíritu. En este lado el teclado y la banqueta. Aquí la zona de musarañas, tramontana y guitarra.- Quimi divertido organizaba los espacios, se movía extendiendo las manos sobre los objetos imaginarios.
– Zagales que no tengo todo el día y he venido a ayudar. Vamos con la faena.- Don Manuel comenzó a mover una caja de herramientas oxidadas, fue el primer objeto que desplazaron de una serie interminable y que fueron arrumbándose de manera más o menos ordenada al fondo de la nave, sobre la pared.
Tres días más tarde el local había cambiado de aspecto, un paño cubría un pesado torno que ocupaba la zona izquierda de la nave un par de camas plegables al fondo, una mesa de dibujo llena de garabatos, un par de guitarras, un amplificador, un pequeño teclado y montones de papeles arañados con notas y letras.
– Nos merecemos unas cervezas Quimi.
– Ni lo jures Chaval
La puerta volvió a cerrarse chirriando, dejando el espacio mudo tras de sí.
– Tío, falta engrasar, esto es un cante.- Dijo Manolo y se dio media vuelta y comenzó a abrir otra vez.
– Manolo, tío, después, ¡que estoy seco!
– Espera, no es por la puerta, he visto en ese bloque una chica en la ventana y me ha llegado un latigazo tengo que escribirlo, empezaría con algo así … “Veo tu casa desde mi balcón Chimeneas y tu ropa al sol”.
– Mola, la birras tendrán que esperar .- dijo Quimi mientras que encendía un cigarrillo.- Además así anoto una binomio interestelar que me ronda la cabeza “Flores Raras”, no sé cuando lo utilizaré pero seguro que encaja bien en algún tema.