Manolo García: “Me sulfato las canas, ¿y qué?”

El músico, flamante Ondas a toda su carrera, sigue en busca de la canción perfecta y abjura de la velocidad y los relojes

Será sugestión, nostalgia, chochez prematura, vale. Pero es verle, y parecerle a una estar oyendo los guitarrazos y las proclamas de Insurrección durante toda la entrevista. Hace ya la friolera de 32 años del lanzamiento de esa canción, convertida en himno generacional a base de persistencia. Y nada menos que 20 de la disolución del grupo. Pero Manolo García, la mitad de aquel dúo con Quimi Portet que lo alumbró en su día, sigue siendo para muchos el moreno de El último de la fila. Lo sabe. No solo no reniega, sino que lo reivindica.Sus dos décadas de carrera en solitario beben de aquellas fuentes. De cerca, impresiona el tono templadísimo, casi zen, de su voz sin micrófono. La vena intensa, el verbo frondoso y el pelo sospechosamente zaino son, casi, los mismos.

 El “¿Dónde estabas entonces?” se ha convertido en el epítome del reproche amoroso.

Fíjate que no era un verso de amor. Era un recado a los tipos que nos llevaban en los primeros tiempos a Quimi y a mí. Nos hartábamos de currar y llenar locales y no veíamos un duro. Pero eso es lo grande de las canciones, que si llegan a la fibra, sirven para todo.

¿Se siente hoy herido por las flechas de la incertidumbre, o llamado a las filas del la Insurrección?

Ambas cosas. El ser humano está estigmatizado por la incertidumbre desde que nos bajamos de los árboles. El reto, lo interesante es buscar tu camino. La insurrección pacífica es necesaria. La lucha por la justicia social, el reparto de la riqueza, una vida digna. Siempre hay que estar alerta. Las injusticias hay que pararlas.

¿Y la insurrección de los CDR?

Esa es otra batalla. Mi idea de la insureccion sería obligar a los politicos a sentarse a hablar un día, tres, trescientos, hasta llegar a un acuerdo. Es su trabajo, por eso les elegimos y les pagamos.

Pero usted ‘indepe’ no es, ¿no?

No voy a contestar. Mi postura es conocida. Pero estoy de vacaciones políticas. Me he cansado. No de mis opiniones, sino de los políticos. Y de la falta de respeto. El respeto está cobrando un protagonismo inédito porque se está perdiendo. Pongamos a luchar las opiniones para que no tengan que luchar las personas. Estamos todos en el mismo barco, y el barco es importantísimo, porque solo hay uno, que es el planeta, y eso se va a ver dramáticamente en los próximos años.

¿Una pareja como la suya con Portet, con todas sus diferencias, sería posible hoy en Cataluña?

Absolutamente. Seguro de que las hay. Esa fraternidad, esa suma en lo humano y lo artístico, solo da beneficios, incluso políticos.

Conozco a mucha gente que le ama y otra a la que le horroriza.

Yo no me meto con nadie. La voz humana atrae, o repele. Puede subyugarte o puede obligarte a cambiar de emisora. Y luego está el personaje. Yo hablo, no me callo, y lo que digo puede gustar o no. A mí tampoco me gustan otros cantantes. La música es un arte para tocar la fibra. Estoy aquí porque quiero. Podría estar pintando el resto de mi vida. Pero tengo proyectos artísticos que me dan alegría, me dan de comer y, ya el bingo total, hacen feliz a la gente. No me lo invento. Así me lo hacen saber. Ese es mi único poder: emocionar a la gente.

Insurrección, incertidumbre. ¿Cuál es el tiempo de ahora?

El de la ansiedad. El de querer abarcarlo todo con una mano muy pequeña. La velocidad nos está perdiendo. Estamos todo el día trabajando para comprar chorradas. Tenemos el cerebro alterado, le estamos dando demasiado trabajo. El corazón se maneja, pero el cerebro está por joder, va de culo y nos hace ir de culo. El corazón se calma con una guitarra, yo me acuno, me canto a mí mismo, pero el cerebro…

No me diga que se sigue emocionando con sus propias canciones.

Sí, no me avergüenza. Me emociona la voz humana, incluso la mía. A veces, cantando las primeras frases de un texto que has escrito tú y te lo crees, porque es tu puto texto, te da un subidón como cuando te tomas un café y una magdalena a las nueve de la mañana. Así empecé en esto. A los 14 años, oí a Led Zeppelin y flipé. Un día pensé, qué coño, yo tengo una voz bonita, yo voy a cantar y a hacer canciones. Esa fue mi licenciatura.

Así se me antojaba usted de joven al Pijoaparte, el novio obrero de la pija catalana de ‘Últimas tardes con Teresa’, de Marsé.

Bueno, soy un chico de barrio. En el mío había chabolas, droga. Algo había de eso. De ese orgullo de clase obrera, de esa reacción de ir a la contra de lo de arriba.

Tiene usted ya 63 tacos…

Perdona, yo no tengo años.

Entonces, qué tiene, ¿kilos?

Proyectos, ansia de vivir, de emocionarme. Si tienes ilusiones, ganas de hacer cosas, vives hasta el último aliento, cuando solo miras hacia atrás con nostalgia, eres un puto viejo. Somos esclavos del reloj. Estamos triturados. Yo aboliría los relojes. Me niego a tener años. Déjennos vivir. Aún estoy de ida.

Así conserva ese pelazo negro.

Bueno, alguna canilla voy teniendo, pero hay unos tintes estupendos y me las sulfato, sí, y qué?

¿Su canción más redonda?

No soy tan vanidoso para pensar que he hecho algo redondo, pero sí veo alguna ovaladita, con curvas, amable. Oigo Pájaros de Barro en un bar y digo, coño, esa me salió bien. Esa es una de las razones por las que sigo. No es el dinero, no es la adicción al escenario, no es la vanidad. Siempre estaré buscando la canción perfecta que nunca consigo, pero en ello voy pasando el rato y la vida.

Cantando va…

… Cantando vengo. Dicen que el que canta, su mal espanta.

20 AÑOS SOLO

Manolo García (Barcelona, 1955) está de cosecha. Celebra dos décadas de carrera en solitario tras su paso por El último de la fila, y acaba de recoger el Ondas a su trayectoria y el Grammy Latino por el álbum ‘La geometría del rayo’, cuya versión en directo sale estos días.

Fuente: El Pais – Luz Sanchez Mellado – ENLACE