«Los creadores ahora no somos artistas sino contenidos»

Entrevista a Manolo García, que este fin de semana tiene una cita doble en Torremolinos para las que ha agotado las entradas

El vocalista y músico Manolo García se presenta este viernes y sábado en Torremolinos en un formato diferente al que estamos acostumbrado a escuchar al ex Último de la Fila: en acústico. Con verdadera pasión habla tanto de sus múltiples vertientes creativas como de los desafíos sociales actuales. «Busco libros, busco pinturas, busco cultura que es cultivarse. Lo que estás haciendo en el mundo actualmente supone ir hacia un erial en las mentes», asegura.

¿Por qué se ha decantado por el formato acústico?
He elegido acústico por dos cuestiones. La primera porque después de bastantes años de trabajo discográfico y de giras nunca había hecho conciertos en acústico siempre eran en eléctricos, en formato rockero. En segundo lugar, la gira del año pasado acababa y me di cuenta de que había muchas capitales de provincia en las que hacía mucho tiempo que no tocaba y realmente me apetecía, dado que era una práctica que me inventé en tiempos de El Último de la Fila, cuando a los managers que nos llevaban les pedía tocar en cada capital de provincia. Eran giras mucho más largas en las que existía una euforia concertil, mientras que ahora el interés ha quedado en festivales de verano. En aquellos momentos todas las bandas giraban por España y todo eso cambió tras la aparición de la temible palabra crisis. Me apetecía volver a tocar en ciudades pequeñas donde hacía tiempo que no lo hacía y que para mí resultan simpáticas.

¿Por qué esa simpatía?
Los conciertos me gustan todos, pero si me das a elegir prefiero teatros y marcos más pequeños con capacidad para 1.500 ó 2.000 personas, aunque he llegado a tocar ante 240.000 personas en Barcelona en unas fiestas. A este respecto tengo un palmarés que no está mal, (risas) pero cuando tocas para tantísimo público el concierto es un chicle que se estira demasiado, has de luchar con todas tus energías para que los que están situados a más de 150 metros sigan atentos. Un concierto grande es una exhibición de fuerza, mientras que uno pequeño es más bien un mimar la canción, un tocar cuidando más los sonidos, matizando más, teniendo cuidado en las dinámicas…

Quizá este último planteamiento va más acorde con su concepción de la música.
A tiempo, a temporadas y a impulsos. Yo soy un poco todo. Me gusta mucho lo cañero, pero los conciertos grandes te agotan más y conseguir levantar a esas masas de gente requiere un esfuerzo hercúleo, te conviertes en una máquina de levantar gente a base de decibelios y haciendo piña con tu banda sin un momento de relax. En los conciertos más pequeños eres más humano y estás mucho más cerca del público.

Alude a la banda como una piña que le acompaña sobre el escenario.
Es una banda que yo cariñosamente llamo «de rondalla». Los que hemos vivido de críos y de adolescentes en los pueblos recordamos al amanecer, tras noches de fiesta, a la rondalla que pasaba por las calles tocando guitarra española, acordeón, bandurria… Era un despertar emocionante, sonoramente hablando, cuando a lo mejor habías dormido solo un par de horas. He optado por el formato rondalla con guitarras acústicas, guitarra española, acordeón, violín, viola y percusión… Todo eso que hace que la música pueda sonar muy amable y muy matizada, unos matices que llegan al público.

¿Qué precio ha pagado la música tras la crisis?
El sector ha cambiado por la crisis, por los manejos de la gran industria y la irrupción de las nuevas tecnologías. Si pudiera escribir una carta a los Reyes Magos, lo primero que pediría sería que a los músicos, a los escritores y a los creadores nos dejen decidir porque ahora nos roban en un porcentaje muy alto, manipulando absolutamente todo. Estaría muy bien que el público decidiera si quiere comprar un CD porque se le ha dirigido para que deje de comprar en formato físico y que todo sea digital, diciendo que todo es gratis para que ciertas empresas vendan sus aparatos. Los creadores hemos dejado de ser artistas para pasar a ser contenidos, una palabra que yo considero feísima. Esta situación me parece injusta, pero no hay vuelta de hoja.

¿Y se sube al carro?
Voy arrastrado de mala gana. Yo si pudiera me salía de todo eso. Personalmente he intentado que me eliminaran de Wikipedia, pero no lo he conseguido. No tengo Twitter no tengo Facebook y no quiero saber absolutamente nada de todo eso, dicho con absoluto respeto hacia las personas que se complazcan con esta práctica. Yo tengo modos de llenar mi tiempo de maneras más apacibles y factibles que me dan grandes satisfacciones, que no me enervan y están lejos del plástico y de las pantallas que dañan la vista y perturban la mente de los infantes y de los adolescentes. Es un mundo que no me interesa absolutamente nada. Busco libros, busco pinturas, busco cultura que es cultivarse. Lo que estás haciendo en el mundo actualmente supone ir hacia un erial en las mentes.

Muchos pueden pensar que es el pensamiento de un carca.
No me considero un antiguo; yo intento ser razonable con mis aciertos y con mis fallos, pero esta corriente nos lleva por mal camino. No entiendo que se permita que las criaturas pueden acceder a páginas horribles y estén enganchados. No sé cómo no se incentiva más en las escuelas el cultivar el amor por los animales, el amor por la naturaleza, el amor al huerto o el amor a la música. En este sentido no creo que todos los niños deban de tocar la flauta dulce. Hay que probar a los niños en la música y enfocarles hacia los instrumentos donde son más válidos porque unos valen para piano, otros para percusión y otros son más aptos para las matemáticas, la geometría o en el dibujo artístico. Conociendo los potenciales de los niños debería de orientarse su educación para que el día de mañana el país esté lleno de personas preparadas, haciendo tareas para las que están preparadas. Unos cometidos que amarán y que desarrollarán con pasión.

¿Habla por propia experiencia?
Absolutamente. Tuve una gran puntería, pues con 13 años dije que quería pintar y ser músico. Estudié diseño gráfico cuando se diseñaba físicamente con rotuladores, Rotring, cartabón y regla. Luego también me dediqué a la pintura, de la manera más tradicional con tela y óleo, y a trabajar. También probé el acrílico y la acuarela. Ahora estoy pintando troncos porque tengo una exposición a mediados del mes de julio donde presentaré una cuarentena de cuadros y dibujos así como doce esculturas de madera.

¿Cómo compagina el arte con la gira musical?
Son energías totalmente diferentes. Paro para realizar conciertos y enseguida regreso a mis cuadros, con mis pinturas y mis esculturas porque soy feliz así. Me abstraigo de la cacofonía planetaria porque a veces lees la prensa y escuchas las noticias y te duelen las entrañas. Frente a eso necesito un descanso que me lo proporciona mis pinturas, esculturas y mis cuadros. Tenemos que concienciarnos de que hay que mejorar la sociedad entre todos. Tenemos que luchar por conseguir una sociedad justa, equitativa y respetuosa. No puede ser que vayamos hacia atrás. Se supone que el progreso es para mejorar no solo en lo estético y lo físico, también en lo anímico y lo emocional.

Pintura o música, lo que es una constantes es que cada una de sus creaciones las mima.
Las mimo porque tengo alma de artesano. El mundo industrial no me gusta. Para mí el mundo empezó a empeorar a raíz de la revolución industrial. Quiero pensar que cuando las cosas se hacían a mano, cuando los hombres labraban los campos a mano, una labor que era durísima, pero objetivamente estos hombres eran mucho más felices que un operador de una cadena de montaje. La pieza que saca un artesano es su única, está hecha con mimo y cada una es diferente. Además, los objetos que se hacen en un proceso artesanal, de una manera incuestionable, van a proporcionar felicidad y uno tiene la obligación de buscar su felicidad.

Pintura o música, lo que es una constantes es que cada una de sus creaciones las mima.
Las mimo porque tengo alma de artesano. El mundo industrial no me gusta. Para mí el mundo empezó a empeorar a raíz de la revolución industrial. Quiero pensar que cuando las cosas se hacían a mano, cuando los hombres labraban los campos a mano, una labor que era durísima, pero objetivamente estos hombres eran mucho más felices que un operador de una cadena de montaje. La pieza que saca un artesano es su única, está hecha con mimo y cada una es diferente. Además, los objetos que se hacen en un proceso artesanal, de una manera incuestionable, van a proporcionar felicidad y uno tiene la obligación de buscar su felicidad.

Fuente: La Opinión de Málaga – Natalia Sanchez – Foto: José Angel Lucena – ENLACE