Manolo García toca la fibra en Granada

El artista barcelonés cautivó anoche al público granadino en el Palacio de Congresos, donde repasó cuatro décadas de música a lo largo de tres horas con un renovado tratamiento acústico

Cuarenta años de música dan para mucho. La primera vez que Manolo García actuó en Granada, acabó en comisaría por blasfemar en el Zaidín. Eran otros tiempos. Para Granada, para el país y para el artista barcelonés, quien a mediados de los ochenta diseminaba un surrealismo provocador sobre las tablas. Resultan impensables aquellas fotos de Los Burros con un embudo en la cabeza, a modo de sombrero. Marcianadas dignas de precursores del ‘art pop’ como Devo.

Anoche, en cambio, se presentó en el Palacio de Congresos un señor normal de 64 años. Tan normal como que se llama Manuel García García-Pérez. Un hombre campechano, irónico y vitalista. Una figura clave en la música española de las últimas cuatro décadas. Y un culo inquieto que, amante de las distancias cortas, repasó su extensa obra en diagonal y en formato acústico. Es decir, directo al esqueleto. O sea, al de la canción y no al del pandemónium de Halloween. Los clásicos populares de la voz de El Último de la Fila sonaron despojados de voltaje. Y por eso, más aún en posesión de la gente. Porque el público granadino cantó. Cantó con Manolo. Manolo cantó con ellos. Y la velada fluyó por la senda de una extraña suma de recuerdos, guiños y subjetividades. La banda sonora de muchas vidas: la memoria colectiva.PUBLICIDAD

Un concierto largo, generoso, minimalista y cuidadoso con el más ínfimo detalle. Las velas y las jaulas colgantes iluminadas retrataban el perfil artístico, digamos que renacentista, de ‘Supergarcía’. El propio don Manuel se encargó de preparar la escenografía, extensión de la colección de arte plástico que expone hasta el 30 de noviembre en la Casa García de Viedma de Armilla, ‘Poetas desafectos, excéntricos romeros’: la traducción de sus versos en dibujos, pinturas y esculturas. La muestra, en la sala metropolitana, reúne combina 24 pinturas en óleo y acrílico, 36 dibujos en papel, y varias esculturas en hierro y madera. El ‘otro’ Manolo García, ese que cogió el pincel antes de formar Los Rápidos, el veinteañero que un día respondió un anuncio del periódico para pintar cuadros al óleo, también asomó la cabeza anoche en Granada. Este charnego del Poble Nou, hijo de labriego y nieto de aparceros albaceteños, llegó con todas las entradas vendidas desde hace semanas. Y después de llenar dos veces en Gijón, Sevilla, Murcia y Torremolinos. Lo siguiente serán tres noches seguidas en Valencia, cinco en Madrid y le quedan siete conciertos por delante en Barcelona antes de que acabe el año.

Alegría «de verdad»

Su primer saludo fue dirigido hacia las filas delanteras: «Ahí está mi amiga Sara. Ayer le hice una pulsera muy bonita», confesó. «Me alegro de veros. Pero no es un formalismo: me alegro de verdad», añadió al entonar ‘Exprimir la vida’. Arropándole, siete músicos. Ricardo Marín, Víctor Iniesta, Josete Ordóñez (guitarras españolas, acústicas y laúd), Juan Carlos García (piano, percusión y coros), Olvido Lanza (violín y chelo), Charly Sardà (percusiones) e Iñigo Goldaracena (contrabajo y acordeón). Clima envolvente y melodías que se desarrollaban en horizontal, como buscando los confines que bordea el Mediterráneo. Con protagonismo de las cuerdas: exóticas, deliciosas. No muy lejos de cuando Robby Krieger saludaba a Albéniz con los Doors. O, por coordenadas, en la vía de Leonard Cohen con Javier Mas.

Entre ‘Cierro la noche’ y el violín evocador en ‘Sólo amor’, un recadito de los suyos: «Quiero saludar públicamente a José Ignacio Lapido y a su grupo, 091. Ellos estaban en Granada, pero sobrepasaron a la Movida madrileña». Sonó ‘Sabrás que andar es un sencillo vaivén’ y, a continuación de un interludio místico de percusiones, sorprendió a la parroquia al bajar a cantar paseando por las butacas. Y no fue el típico paseo de diez metros, no. Dio la vuelta al recinto. Recopiló flores y abrazos… y la temperatura subió de tal manera que se tuvo que quitar la chaqueta al arribar de nuevo a un escenario de luminosidad tenue, acorde con los arreglos arábigos al cabo del exorcismo en la vetusta ‘Navaja de papel’.

Eclipsados

Los focos eclipsaron al público en ‘Llanto de pasión’, rescate de El Último de la Fila, embellecida con el contrapunto vocal femenino. Aplauso eufórico e incursión aflamencada para introducir ‘La sombra de una palmera’. Manolo García apeló a los valores que los niños y niñas deberían aprender en la escuela, «más allá de manejar el ordenador».

Y un título hecho paronomasia: ‘Sombra de la sombra de tu sombrero’. No será la única pista retórica, a la espera del pleonasmo de ‘Ardieron los fuegos’. Temas de esos marca de la casa; piezas de apariencia sencilla pero trufadas de ángulos y escarpas.

Por supuesto, no faltaron las obligadas: ‘Sobre el oscuro abismo que te meces’, ‘A San Fernando, un ratito a pie y otro caminando’, ‘Pájaros de barro’… Prueba del peso específico del material de sus inicios como solista, hace ya más de veinte años. Despachó una veintena de canciones en un par de horas. Se despidió con ‘Nunca el tiempo es perdido’ y regresó para encarar otra larga tanda. Ahí irrumpe, por ejemplo, el cazador de gestos cotidianos (‘Una tarde de sol’), el quejío moruno (‘Somos levedad’), el asaltante de radiofórmulas (‘Rosa de Alejandría’) y el cincelador de estribillos populosos (‘Como quien da un refresco’, ‘Carbón y ramas secas’).

A ráfagas, se acordó del proyecto que le catapultó en los ochenta junto a Quimi Portet: El Último de la Fila. Así, encadenó ‘Sara’, ‘Lápiz y tinta’ y ‘A veces se enciende’. El broche, al concluir estas líneas pasada la medianoche de esta jornada de Todos los Santos, no podía ser otro que ‘Insurrección’. Manolo García, el eterno loco de la calle, el hombre curtido en orquestas de baile y prog rock de barrio, el tipo que, como escribió Sabino Méndez, iba por delante en los ochenta, lanzó la gran pregunta. «¿Dónde estabas entonces?». El interrogante del cuello de cisne dejó un regusto de belleza en el público granadino.

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Fuente: Ideal – Eduardo Tébar – Fotos Fermín Rodriguez – ENLACE