MG: Inagotable Manolo García

No importa que los sesenta estén más cerca que los cincuenta. La alegría no tiene nada que ver con la edad. Manolo García puso anoche a bailar a las casi 2.000 personas que abarrotaban la Sala García Lorca del Palacio de Congresos, con las entradas agotadas desde hacía semanas. En un concierto generoso -dos horas y media de canciones ininterrumpidas-, el cantante barcelonés plantó cara a la tristeza, a la crisis y al frío. Recorrió sus nuevas canciones de ‘Los días intactos’ (2011), disco con el que regresa al pop entre aflamencado y eléctrico que le caracteriza, sin olvidar algunos éxitos ineludibles de El Último de la Fila -pocos- y unos cuantos más de la carrera en solitario que inició en 1998.

Viendo a Manolo García bailar, correr y saltar en el escenario, nadie diría que hace menos de dos meses tuvo que suspender varios conciertos porque una lumbalgia le obligó a guardar reposo durante quince días. Un poco antes, en mayo, estuvo de baja un mes por una apendicitis. No puede permitírselo: su nuevo disco es triple platino y está colgando el cartel de ‘no hay billetes’ en la mayoría de las actuaciones de su Gira Teatral por España. Y va más de cien.

El músico, que lleva más de treinta años sobre los escenarios, combina con maestría los ritmos más rockeros y las baladas. Comenzó el concierto con tres temas en acústico: ‘Navaja de papel’, ‘Sombra de tu palmera’ -al son de una guitarra española- y ‘Aviones plateados’, que todo el mundo coreó a gritos.
Pero era un inicio engañoso. A la cuarta canción la banda se ‘enchufó’ y la gente empezó a bailar en los laterales del escenario. A mitad de concierto, con gran parte del público de pie, García intentó organizar al personal para que nadie se enfadara por falta de visibilidad. Inútil. Entre la multitud que saltaba había desde veinteañeros hasta sesentones.

En una entrevista concedida hace unos días a IDEAL, el músico de origen murciano admitía que no hay ningún truco para tener una carrera tan larga y fructífera y seguir, después de tantos años, vendiendo discos y llenando auditorios. «Intento ser fiel a mí mismo y sincero con el público. Cada concierto es como si fuera el último», aseguró. No exageraba. Anoche derrochó simpatía: estrechó manos, repartió besos y se dio un par de paseos entre el público, fuertemente armado de móviles en modo grabación.

Manolo estuvo locuaz. Defendió la alegría frente a la crisis, el paro, los desahucios. Y se mojó: «Entre tantas malas noticias, esta semana hemos sabido que Barack Obama ha aprobado un nuevo impuesto para los más ricos. En España se debería hacer lo mismo: dejar tranquilos a los que menos tienen y que los que han tenido más suerte en la vida colaboren y sean solidarios». «Yo también soy un indignado», aseguró después.

La faceta artística del cantante -que empezó como pintor y lo sigue siendo- se reflejó en el escenario, cambiante a lo largo de toda la velada. Telones pintados, juegos de luces y objetos colgantes habitaban las tablas, ya muy ocupadas por los siete miembros de la banda: Íñigo Goldaracena (bajo), Charly Sardá (batería), Juan Carlos García (percusión y voces), Nacho Lesko (teclados y piano), Ricardo Marín y Albert Serrano (guitarra eléctrica y acústica) y Víctor Iniesta (guitarra española y acústica). Lo peor encajado fue la actuación de la bailarina Marta Fernández.

Durante más de dos horas, García fue desgranando la mayoría de los temas de su último disco. ‘Todos amamos desesperadamente’, ‘Un año y otro año’, ‘Un alma de papel’, ‘Lo quiero todo’, ‘Un giro teatral’, ‘La sombra de la sombra de tu sombrero’, ‘Estoy alegre’, ‘Compasión y silencio’, ‘Estamos ahí’ y ‘Cabalgar a la eternidad’. Pero no se olvidó de las canciones más queridas y conocidas: ‘A veces se enciende’, ‘Para que no se duerman mis sentidos’, ‘Nunca el tiempo es perdido’, ‘Somos levedad’, ‘Prefiero el trapecio’ o ‘San Fernando’ fueron algunas de las escogidas de su carrera en solitario. De su etapa junto a Quimi Portet, la ya citada ‘Aviones plateados’ y, ya en los bises, la mítica ‘Insurrección’. ¡Y terminó con una ranchera!

Hoy repite.

Fuente: Ideal – Inés Gallastegui – ENLACE