MG: «No tengo una varita mágica, no soy un ordenador preparado para hacer canciones de éxito»

El músico barcelonés en un reciente concierto en Pamplona.

Llega el próximo viernes a Vitoria en lo que será el penúltimo concierto de la gira de ‘Los días intactos’ antes de la despedida en Madrid.

¿Está ya pensando en el momento de terminar y coger unos días de descanso?

Todo depende de cómo plantees las giras. En los tiempos en los que estaba en El Último de la Fila hacíamos giras muy intensas, muy seguidas, de meses y meses viajando en un autobús, con semanas de seis conciertos… al final era agotador. Pero tal y como lo planteo yo actualmente es muy llevadero. No me entiendas mal, no critico aquello. La energía entonces era mayor. Con los años vas aprendiendo que el exceso también puede ser un poco dañino (risas). En cambio, con mesura y con una medida correcta andas un poco mejor. Ahora, la semana que hago más conciertos realizo dos. Es estupendo, porque al final llego fresco y con ganas. Hombre, ahora, y eso lo comparto con la banda y los compañeros de gira, estamos un poco con añoranza. No hay ganas de que se acabe el tour. Hay gente del grupo que me dice: «¿por qué no hacemos como Dylan, macho, siempre girando?». Así que no, no tenemos ganas de que termine. Pero también es cierto que quiero parar un poco y ponerme a hacer canciones nuevas.

Ésta es una gira que seestá desarrollando por teatros y auditorios (en el Irarier Arena el aforo estará reducido), pero no sé hasta qué punto el espacio importa poco o mucho o esto es música y punto.

Sí, sí que importa, más allá de que estemos en otoño, casi invierno, y bajo techo se está mejor. Además, tal y como está todo, con la crisis de por medio, bueno… es una situación que también influye. Sería suicida pretender estar todo el rato tocando aquí, donde llevas actuando toda la vida, en recintos muy grandes. Pero hay algo más. Mis años de oficio me han enseñado que un concierto en un espacio grande es un gran momento de energía desbordada, de alegría al viento, de tener a 15 o 20.000 personas cantando contigo… eso es estupendo. Pero se pierde en la calidad musical. Aunque no quieras, tocas más fuerte, aprietas más la voz, porque tienes que contrarrestar esa energía que te llega de las miles de personas que tienes delante. En los conciertos que estamos haciendo ahora, tocas mejor. Las fuerzas están más equilibradas con el público, el sonido es mejor, y, además, tienes una cercanía con la gente que genera calidez. En ese contexto, lo que tu pretendes aflora de una manera más nítida.

En esa diferenciación de espacios, ¿el Manolo García espectador, a estas alturas de la película, es de los de primera fila o el concierto mejor desde la barra o al lado de la mesa de sonido?

(Risas) Suelo ir a muchos conciertos, la verdad. El pasado lunes estuve en uno, por ejemplo, y lo que procuro es buscar un sitio donde se escuche bien. Me gusta ver cómo los músicos se mueven en el escenario, su actitud, sus gestos. En un concierto grande te encuentras hasta gente con prismáticos. Hombre, yo también he estado en primera fila dando saltos, pero ahora no. Si me das a elegir, escojo, al 100%, un escenario pequeño o mediano. Las salas para 300 personas me encantan porque el alma musical está ahí. ¿Concierto grande? Voy a pocos. El artista me tiene que interesar muchísimo para que vaya.

Volvamos al Manolo García músico. ¿Él cómo se siente cuando, en una gira como la actual, no para de encontrarse con actuaciones donde no quedan entradas, en algunos casos, desde tiempo atrás? ¿Cómo se controla el ego que eso tiene que producir?

Mira, yo tengo muchísimos defectos, pero tengo alguna virtud y ahí el ego lo tengo muy controlado. Ya queda satisfecho cuando sales al escenario y la gente te aplaude. He tenido una escuela de aprendizaje muy severa. Empecé a tocar muy joven. La primera vez que me subí a un escenario tenía 13 años y tengo una fotografía que lo demuestra (risas). Pero hasta que pude hacer las cosas como yo quería pasaron 19 años de picar piedra, aprendiendo el oficio. Tocar ante gente que incluso le da igual la banda que tiene delante, cargar y descargar, actuar una noche y al día siguiente ir al trabajo porque no vivía de la música… te curte mucho. Cuando El Último de la Fila empezó a ser famoso yo ya tenía 30 años. Nunca he creído que unos cuantos puedan volar por encima de los demás, todos estamos a ras de suelo. Me da igual que te llames Bob Dylan, Bono… Eso lo he tenido siempre muy claro. Soy un ciudadano que es serio con su tarea. Punto. Cuando me bajo del escenario no tengo la sensación de ser nadie especial.

Son muchos años y muchos éxitos. Cuando saca un disco como ‘Los días intactos’, ¿hay que luchar contra todos estos temas pasados para que se escuche lo nuevo?

Tengo un mecanismo interno muy natural, así que cuando me pongo con cosas nuevas no pienso en que tengo que superar el disco anterior o las ventas oay algo, una tecla en mi ordenador de abordo, que hace que no me sienta obligado. Si disfruto con lo que estoy componiendo, avanzo. No estoy pensando en que si hago esto o lo otro voy a vender la hostia. No me sale. Amo la música, aunque te suene tonto. Floto en cuanto me sale algo que me gusta, me dejo ir como en una pista de hielo. Si yo me lo he pasado bien haciendo un disco, si he disfrutado, a tomar por saco la bicicleta. Si no, vaya mierda. Ésa es la clave. ¿Qué gusta? Genial, pero no tengo una varita mágica, no soy un ordenador preparado para hacer canciones de éxito. Esto es algo completamente aleatorio. La música es como un soplo, no hay nada en el aire, no hay nada que agarrar. La única idea básica es que si empiezo a hacer una canción que se parece a otra, la borro. Eso es importante.

A estas alturas de la gira, ¿todavía se pone ‘Los días intactos’ en el equipo de casa?

Cuando acabas un disco, lo has escuchado tanto que yo no suelo volver a él hasta tres años después. O de repente un día, en un bar, te encuentras con una canción antigua y yo, la verdad, hasta me sorprendo. Pero me gusta avanzar porque si no es un poco enfermizo salir de un concierto, llegar a casa y ponerte las mismas canciones.

Y además hay un Manolo García pintor. ¿Las sensaciones son las mismas que con la música?

En esencia, sí porque soy el mismo escéptico, el mismo participativo. Yo, en el día a día, cuando salgo a la calle me quedo como un chiquillo, con la boca abierta. Flipo, como se suele decir, con todo, con lo bueno y con lo malo. Soy una persona que intenta caminar, que no quiere quedarse parada, que busca aprender, mirar, pensar, ver lo que está pasando, este culebrón global político, económico y social. Me asombra todo: Hamas, Israel, la independencia de Cataluña. Rajoy… Ése es el Manolo que luego hace canciones y también cuadros.

Ahora que habla de todo eso, ¿no hay días, como le pasa a mucha gente, que tiene ganas de pedir al mundo que se pare para bajarse?

Bueno, es que lo paro cada noche cuando me subo al escenario, cada vez que me pongo frente al caballete, cada vez que abro un libro… Todos tenemos una forma de parar el mundo. Si no, sería insoportable. Ahora tenemos información a todas horas, información sesgada y manipulada como ellos quieren. Por eso tengo mi palanca de freno como la tienen millones de personas, sea saliendo del trabajo cinco minutos para fumar un cigarro o jugando al dominó o…

En la situación actual de crisis hay muchas voces que dicen que existen cosas mucho más importantes que la cultura.

Vamos a ver, la cultura viene después de que tengas la barriga llena y la salud atendida. Todo el mundo tiene que comer y tener una vida digna. La cultura está luego. La cultura es salud mental. Me puede parecer una putada, por ejemplo, la cuestión del IVA, pero primero diré: qué estáis haciendo privatizando la Sanidad o qué estáis haciendo que hay gente en la calle muriéndose de hambre y de frío… ¿Somos humanos o qué? Vale, estamos en un sistema neoliberal y dicen que tiene que haber gente con más dinero que otros. Pues que se lo queden. Lo que no tendría que existir es la clase baja. Dignidad. Ahí está. La gran mayoría de nosotros somos decentes, trabajamos duro y pagamos nuestros impuestos. Yo no tengo ningún problema en aportar lo que sea, pero no quiero ver a gente tirada en la calle que no puede llevar a sus hijos al médico, que es desahuciada, que no tiene trabajo… Pero ellos van a gravar a los de abajo, a recortarles, cuando lo que hay que hacer es recortar a los de arriba, que van sobrados.

De todas formas, como en diferentes etapas musicales de Manolo García el humor ha tenido mucho peso, ¿en tiempos como los actuales nos hace falta un poco más de eso?

Es una herramienta a la que nos tenemos que agarrar porque si no entramos en un terreno muy pesado. Los antiguos griegos ya lo sabían: tomarte en serio a ti mismo es un peligro. Más que El Último de la Fila, Los Burros teníamos un cachondeo acojonante en este sentido que comentas. Ahí había una parte muy importante de Quimi Portet, que tiene un humor muy concreto que yo también compartí. Pero bueno, puedes poner otros ejemplos como Os Resentidos, Siniestro Total o Las Vulpes con lo de Quiero ser una zorra… Que somos músicos de rock y eso se tiene que notar. Yo, tal vez, con los años aplico menos el humor en la música, pero la ironía, si la buscas, está ahí.

A Gasteiz regresa después de unos cuantos años aunque, en realidad, ¿le queda algún sitio del Estado en el que no haya tocado en toda su carrera musical?

(Risas) Capitales de provincia, no. Luego ya si vamos a poblaciones que no sean capitales de provincia y que cuenten con unas instalaciones adecuadas para conciertos, pues tampoco creo que me quede alguna. Lo de hacer cinco noches en cinco sitios grandes y luego irme a casa, no me va. Yo quería ser un señor que tocaba y que iba por las carreteras y en ello estoy. Soy más de ir puerta a puerta, como los trovadores con su carro de pueblo en pueblo. Es cierto que en la gira anterior me faltó venir a Vitoria y por eso en ésta quería sí o sí volver. Es que me apetece y quiero y siempre hay alguien que me quiere ver.

«La cultura viene después de que tengas la barriga llena y la salud atendida; es salud mental»

«Nunca he creído que unos cuantos puedan volar por encima de los demás, todos estamos a ras de suelo»

Fuente: Noticias de Álava – ENLACE