MG: Carta de Manolo García al Club de Amigos de la Naturaleza Scipionis

«Parece que en la esencia del ser humano esta la necesidad de progresar y mejorar las condiciones de vida. No obstante, tantos siglos de civilización no han servido para que el hombre aprenda a respetar la tierra y convivir con e resto de especies. La cultura imperante no mira al mundo con respeto e igualdad. En nuestra mirada sólo hay la interrogante del provecho que podemos obtener de nuestro entorno.

Nos movemos entre las graves carencias de alimentos, agua, recursos médicos, etc de unas partes del planeta y el exceso de posibilidades de otras. En medio de todo esto las especies animales y vegetales, casi cualquier otra especie que no sea la humana de hecho, está en peligro. Es un error que no sepamos convivir y cuidar que la cadena de la que somos un simple eslabón no se rompa. Sin ella el planeta no girará igual o dejará de girar. Esta demostrando que una utilización correcta de los recursos podría abastecer y cubrir las necesidades de todos los seres humanos que habitamos ente planeta. Lo contrario, que es lo que está ocurriendo, supone la aceleración geométrica de un proceso de degradación que puede tener consecuencias fatales como todos sabemos.

Es cierto que las antiguas tribus de las llanuras del centro d Norteamérica, por ejemplo. luchaban para mantener su hegemonía y su territorio. Es cierto que cualquier manada de animales salvajes tiene unos códigos de supervivencia, marca sus territorios y expulsa a elementos ajenos a su grupo pero siempre regidos por ideas esenciales de supervivencia que no son otras que las de la mencionada cadena de la vida; nunca hay destrucción gratuita.

Lejos de venerar la tierra como en otras culturas, la nuestra parece querer poner a prueba los últimos límites de equilibrio del planeta. Sería importantísimo que los países primer mundistas, que tienen en su mano la llave de todas estas cuestiones, las supiesen emplear con sabiduría. Y cuando digo los países quiero decir gobiernos. Ellos son los que ordenan los territorios y los que tienen la sagrada obligación de cuidar y preservar nuestro entorno. Y no solo porque de él se obtiene toda la riqueza sino porque el hombre, como poseedor y supuesto usuario de la razón, no debería, paradójicamente, tener el comportamiento más irracional de todos los seres vivos.

Pero a pesar de tener claro que el futuro no debe ni puede recaer sólo sobre ONG’s, proyectos como éste que ahora nos presenta el CANS deberían contar con el apoyo de todos, porque sólo así conseguiremos la concienciación necesaria para que generaciones futuras puedan vivir en un planeta biológicamente rico.

Manolo García.»